"Sabed, oh príncipe, que en los años que siguieron al hundimiento de Atlantis y de
las radiantes ciudades en las profundas aguas del océano, hasta el apogeo de los
Hijos de Aryas, hubo una era inconcebible en la que los rutilantes y poderosos reinos
se extendían por el mundo como mantos azules bajo las estrellas: Nemedia; Ofir; Brithunio;
Hiperbórea; Zamora con sus mujeres de oscuros cabellos y sus torres llenas de hechizo y
misterio; Zíngara y sus caballeros; Koth, que lindaba con las tierras pastoriles de Shem;
Estigia con sus tumbas protegidas por las sombras, e Hirkania, cuyos jefes vestían seda y
oro. Pero el reino más arrogante del mundo era Aquilonia, que imperaba sobre los demás en
el adormilado occidente. Y allí llegó Conan el cimmerio, cabello negro, adustos ojos, espada en mano, ladrón, asaltante, asesino de grandes tristezas y grandes alegrias, preparado para pisotear con sus pies calzados con sandalias los enjoyados tronos de la tierra..."
Robert E. Howard.
las radiantes ciudades en las profundas aguas del océano, hasta el apogeo de los
Hijos de Aryas, hubo una era inconcebible en la que los rutilantes y poderosos reinos
se extendían por el mundo como mantos azules bajo las estrellas: Nemedia; Ofir; Brithunio;
Hiperbórea; Zamora con sus mujeres de oscuros cabellos y sus torres llenas de hechizo y
misterio; Zíngara y sus caballeros; Koth, que lindaba con las tierras pastoriles de Shem;
Estigia con sus tumbas protegidas por las sombras, e Hirkania, cuyos jefes vestían seda y
oro. Pero el reino más arrogante del mundo era Aquilonia, que imperaba sobre los demás en
el adormilado occidente. Y allí llegó Conan el cimmerio, cabello negro, adustos ojos, espada en mano, ladrón, asaltante, asesino de grandes tristezas y grandes alegrias, preparado para pisotear con sus pies calzados con sandalias los enjoyados tronos de la tierra..."
Robert E. Howard.
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